“… Señor, quédate con nosotros...”
San Cleofás en Emaús
Riviera Maya, México; Junio 7 del 2025.
LAS PÁGINAS QUE SE LEEN
ENSEGUIDA, SON PARTE DE MI LIBRO
“El Evangelio Según Zaqueo”
(Antonio Garelli – El Arca
Editores – 2004)
CAPÍTULO
III
EL PEQUEÑO JESÚS
Finalmente, cuando pudieron regresar a Galilea, decidieron establecerse en Nazaret, de donde habían salido hacía más de 5 años. Y no escogieron ese pueblucho de casualidad; con lo que les había sucedido en todo ese tiempo, querían la seguridad de un lugar pequeño, acogedor, apartado de bullicio de las ciudades como Jerusalén o la misma Cafarnaúm. Para José pudo haber sido ‘más conveniente’, ya que sus maestras habilidades como carpintero eran muy bien remuneradas en las urbes, no así en los pueblos pequeños. Pero para ellos estaba muy claro que el cuidado del Hijo de Dios era lo primero.
Allí estaba su casa, que había permanecido desolada todo ese tiempo, llena de polvo; pero llena de esperanza y amor. Allí estaba la cuna que José había hecho con tanto cariño para cuando naciera el Niño Jesús, la cual nunca pudieron utilizar en razón del viaje del censo y los acontecimientos que se sucedieron. Allí estaban los juguetes para entretener al bebé, que ahora tenían que ser modificados para un niño más grande. Allí estaba todo, solo esperando que ellos llegaran para que diera inicio la vida ejemplar de esta Familia Sagrada.
El pequeño Jesús fue recibido con mucho amor y cordial aceptación por sus parientes galileos. Todos disfrutaban verlo, tratar con él, platicar de sus hazañas infantiles en las tierras de los faraones; era muy agradable su presencia y la inocencia y candidez con la que se relacionaba con todos. Sus ocurrencias de niño llenaban de felicidad la vida familiar de propios y extraños. Era tal su magnetismo, que la casa de sus padres siempre contaba con visitas en todo momento; sea que se presentaran brevemente o que se hospedaran con ellos durante períodos prolongados. El Hijo de María y José solo irradiaba felicidad, bondad, bienestar; todos aseguraban que era “divino” estar con Él.
+ + +
Las correrías en el campo del Niño y Joven Jesús, fueron muchas, frecuentes y prolongadas. En ellas tuvo la grandísima oportunidad que no han tenido muchos ángeles, de admirarse ante la Obra de Dios, Su Obra, pero con la admiración desde el punto de vista de un humano. Desde los primeros escritos de los Patriarcas y de Moisés, nos hemos dado cuenta de que todo cuanto Dios hizo, lo hizo para el Hombre. A toda la creación la sojuzgó ante sus decisiones, ante su voluntad. En muchas y repetidas ocasiones se da prueba de ello. Por supuesto, el hecho de haber sido creador, le daba a Jesús una gran ventaja sobre el conocimiento de la Creación. Sin embargo, como humano tiene que aprender cómo funciona todo, cuál es su razón, qué lo hace como es.
¡Muy bien que aprendió todo este niño y jovenzuelo! Los ejemplos en sus parábolas son plena garantía de que él sabía de qué estaba hablando, de que dominaba completamente el tema que trataba. Ya sea que sus ejemplos fueran de cosas, plantas, animales o personas, Jesús siempre ejemplifica con pleno conocimiento de cuanto dice. No hay en sus enseñanzas otra cosa que alabanza a Dios Creador.
Nadie habla de las semillas si no sabe realmente qué sucede con ellas para que den fruto. Jesús no era agricultor, pero sabía de sembrar, de cultivar, de cosechar y de almacenar. En los múltiples valles que rodean Nazaret, Jesús tuvo oportunidad de aprender, de manera explícita, mucho respecto del campo. Allí se percató igualmente, cómo nos beneficiamos de lo que Dios ha dispuesto. Las bendiciones de su Padre sobre toda la Creación le quedan evidentes en flores, aves y animales del campo, pero ahora como humano.
Sus padres acostumbraban organizar la caravana para la visita al templo de Jerusalén cada año. Allá celebraban siempre la Pascua. Jesús insistía mucho en la realización de ese viaje; era el evento que más le emocionaba y que con mayor gusto realizaba. La reconstrucción del Templo de Salomón realizada por Herodes el Grande y ahora conservada por su hijo, Herodes Antipas, era algo que Jesús disfrutaba con plenitud, ya que si bien no eran las mismas paredes del antiguo templo, el lugar era el mismo, allí donde Dios había bendecido con su presencia en una nube la obra de Salomón, el último Rey de Israel (antes de su división en dos reinos) y ascendiente de este joven judío que siempre sería confundido como galileo por su forma de hablar, de vestir, de comer; y su despreocupada forma de relacionarse con todo el mundo.
Ese día que narra Lucano en donde Jesús se pierde, es precisamente uno de estos viajes. La peregrinación se hacía casi exclusivamente entre familiares y amigos muy cercanos de José y María. Esa fue la razón de la “distracción” de ambos por el Niño; estaba “en familia” entre gente “amiga” que no tan solo le protegían, sino que le procuraba; no había alguno de ellos que no amara sincera y entrañablemente a Jesús. Pero el hecho fue que se les extravió y cuando vinieron a caer en la cuenta de su ausencia, llevaban ya un día completo de camino, lo cual quiere decir que no estaban ni a la mitad del camino para llegar a Nazaret. Y desde allí tuvieron que regresar a Jerusalén.
El camino de regreso fue asfixiante, pues, aunque les preguntaron a todos por el Niño, nadie pudo darles dato alguno de su hijo. El esfuerzo realizado por María y José les hizo alcanzar la distancia recorrida en menos de una jornada. Mateo, con demasiado respeto por la madre de su querido amigo, nada escribió del suceso; sin embargo, Lucano sí percibió muy bien el angustioso relato de María sobre este momento de su vida y lo plasma nítidamente en su Evangelio, dejando ver así, lo que para mí es la ocasión más desesperante de su vida: han perdido al Hijo de Dios, al que será El Salvador.
Sin lugar a dudas Jerusalén era una ciudad muy grande e importante. Sus habitantes fijos eran casi un millón de personas, pero con su población flotante, la ciudad normalmente se duplicaba. Ahora bien, en Pascua, llegaban a pernoctar y deambular ¡más de cinco millones de personas en esta urbe! Los romanos verdaderamente temían las fiestas de Pascua de los judíos, porque siempre había disturbios por la liberación del yugo del Imperio sobre el Pueblo Judío. Muchos murieron en esos intentos de levantamiento; ni siquiera el Templo era un lugar seguro, es más, en muchas ocasiones era el más inseguro, ya que de ahí partían a veces los grupos tradicionalistas hacia el Pretorio.
Los avatares de María y José por encontrar al Niño Jesús en ese barullo de ciudad, fueron verdaderamente angustioso. Visitaron todas las casas de conocidos; pasaron por todas las plazas y puertas de entrada y salida de la ciudad; preguntaron a cuanto hombre y mujer les pudiese informar acerca del paradero del niño. Durante dos días completos nada lograron; lo cual significaba que ¡habían pasado ya tres días desde la última vez que habían visto a su Hijo, a Jesús, el Hijo de Dios! ¡“El Niño Perdido”, esto sí que fue algo para contárselo a todo el mundo!
Fue hasta el tercer día cuando decidieron buscarlo en el Templo. Y allí estaba el infante ¡¡platicando con los doctores de la Ley!! Él hablaba y ellos escuchaban; ellos hablaban y Él los escuchaba. El brevísimo diálogo que narra Lucano es estremecedor: María se maravilla de ver al Niño y brota de dentro de la pregunta que cualquier madre le pudo haber hecho a su hijo: “¿Por qué te has portado así con nosotros?” Y la respuesta no tardó en llegar “¿Cómo es que me buscaban? ¿No sabían que yo debo ocuparme de las cosas que atañen a mi Padre? ” Y fin de la conversación. Lucano dice que “... Ellos no comprendieron su respuesta”, pero yo les aseguro que tampoco él entendió lo que escribía.
Déjenme decirles que este es un evento por demás importante en la vida de Jesús de Nazaret. Es la primera manifestación de cualidades sobrenaturales de su persona sobre los demás, ya que entre el pueblo de Israel de su tiempo y anterior, solo los hombres mayores de 30 años eran aceptados o se les tenía permitido, hablar en la Sinagoga o con los Doctores de la Ley ¡¡y Jesús Niño tiene apenas 12 años!! Aprender a leer y escribir las lenguas usadas en Judea implicaba que se invirtieran muchos años de vida en el estudio de las mismas.
Además, el estudio de la Ley y los Profetas estaba restringida, no tan solo a la gente que sabía leer y escribir, sino que preferentemente se debía pertenecer a las tribus de Leví, Judá y Benjamín; de forma contraria, no se tenía autorizado hablar de tan sagrados escritos. Y a menos que se tuvieran facultades inspiradas (que era el caso de los Profetas), nadie antes de los 30 años tenía oportunidad de participar con los Doctores en las discusiones sobre interpretación y aplicación de la Ley y las Profecías. Así pues, solo mediten lo que estaba platicando disertando o analizando con ellos para le haya sido permitido entablar un diálogo con esos personajes tan respetados e influyentes en la sociedad judía. ¡¡¡Y el Niño tenía 12 años de edad!!!
Otro antecedente muy importante es el hecho de que, para saber respecto de estos temas, debería asistirse a la escuela anexa a la Sinagoga; en Nazaret solo había una pequeña Sinagoga pobremente habilitada, solo asientos y púlpito para leer. La escuela religiosa más cercana a la casa de Jesús era Cafarnaúm, un lugar suficientemente lejos como para ir y venir el mismo día. Y, además, esta instrucción religiosa tenía un altísimo costo para los padres de infante que podía darse el gusto de destacar como próximo Rabí.
Todo esto que les he descrito lo cubría Mateo (Leví, como yo lo llamo), era levita, inteligente, con un padre rico capaz de pagarle sus estudios y además de todo esto, que le gustaban los temas religiosos. Pero el Niño Jesús no contaba con la principal de las razones para poder asistir a la escuela, su padre José no era rico, no podía pagarle esos costosísimos estudios para Rabino.
Las Tradiciones del Pueblo de Israel son muy celosas; los tradicionalistas son muy egoístas en darlas a conocer; y las oportunidades para que cualquier judío pudiera tener acceso a ellas, eran muy escasas. ¿Cómo entonces podía este Niño estar hablando con los Doctores, si no cubría ni los más mínimos antecedentes para poseer tales conocimientos? Yo solo tengo una respuesta para este cuestionamiento: a los 12 años de edad, El Niño Dios, Jesús de Nazaret, se sentía capaz de iniciar su Ministerio, de hecho, fue su primera oportunidad y la aprovechó; aunque con ello se les hay extraviado a sus padres por más de tres días.
Ahora sí es posible entender la respuesta en pregunta (algo muy galileo que no se le quitaría a este joven durante su vida), que hizo el Niño Perdido ante el cuestionamiento de su Madre.
Y acerca del hecho de gran aflicción vivido por María y José por el extravío del Niño, puedo comentarles que solo los que lo hemos sufrido sabemos lo que se siente; este es uno de esos eventos que hay que vivirlo en carne propia, para saber su magnitud. A mí me sucedió y, por lo tanto, entiendo perfectamente lo que ellos sintieron, ¡¡¡más aún si el Niño Perdido era el Hijo de Dios!!!
En el territorio que en tiempos del Imperio se conocía como Palestina, no se instalaron ni coliseos ni circos romanos. Este fue un acuerdo entre autoridades del gobierno romano y los rabinos judíos. Sin embargo, muy cerca, en lo que ya no era territorio judío, había muchos de estos centros de espectáculo. Uno de ellos se encontraba no lejos de Jericó, la ciudad en donde yo vivía. En varias y frecuentes ocasiones yo asistí y a veces con mi familia.
En una de esas visitas con mis hijos varones, el más pequeño que entonces tenía 10 años, de forma inesperada fue colmado por la multitud que abandonaba el sitio y desapareció de mi vista instantáneamente. Encontrarlo nos llevó más de cinco horas ya muy entrada la noche. La angustia, la aflicción y la desesperación se apoderaron de mí hasta el grado de ocasionarme un problema serio para poder respirar, de modo que no pude seguir colaborando en su búsqueda pues yo casi moría por la falta de suministro de aire a mis pulmones. Mi hijo fue encontrado en una caravana a punto de partir hacia el oriente, en donde seguramente habría sido vendido como esclavo a muy buen precio.
Algo
así hubiera podido haberle sucedido a Jesús Niño. Seguramente también María y José sufrieron
algún ataque a su salud, porque, créanme, esa angustia puede matar.
Ʊ + Ω
La próxima entrega será el sábado de la siguiente semana.
Orar sirve, nuestra alma lo agradece y nuestra mente
también.
De todos ustedes afectísimo en Cristo,
Antonio Garelli
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Solo por el gusto
de proclamar El Evangelio.
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